martes, 9 de marzo de 2010
Maravilloso Coquimbo
Nunca antes había estado en Coquimbo. Precisamente por esos días no estaba entre mis planes viajar tampoco, me iba a quedar en Santiago a descansar mentalmente (dentro de lo posible) pero honestamente Santiago es una ciudad hostil para el descanso.
A la semana de estar aquí, sola, sin panoramas, con los problemas asechando fantasmalmente, decidí irme a Coquimbo, así que compré un pasaje y viajé de noche. Fue lo más maravilloso que he vivido en años. La sensación de irse de la ciudad, aunque sea por un tiempo corto hace que te alivianes en todos los sentidos. Yo estaba ultramente feliz y cuando llegué estaba más feliz todavía.
Al dia siguiente me fui a conocer el centro de la ciudad con mi camarita amiga. Más pinta de turista no podía tener, pero en verano eso es natural y es lo bueno también, como que el aire cambia con los visitantes.
En plena plaza de armas, onda 12 del día, estaba parada de frente a los cerros del centro. A mis espaldas se divisaba una leve inclinación por donde se sugería el horizonte, el cielo estaba semi cubierto y a ratos daba la impresión que se quedaría gris por siempre. Pero al cielo nortino pareciera que no le gusta el gris perpetuo y como si nada cambiaba a celeste y turquesa.
Saqué muchas fotos alrededor de mí, todo era como una postal de aldea feliz, divino.
Me llamó la atención la iglesia que estaba justo frente a mi. No pude evitar entrar porque tengo cierta debilidad por esas edificaciones y siempre trato de averiguar datos históricos o la mayor cantidad de simbolísmos inscritos que pudieran decirme detalles que no se ven a simple vista.
Entre con la solemnidad que corresponde (pese a que no creo en religiones hay que moverse con cuidado en éstas situaciones) y me senté lo más cerca posible del Cristo crucificado. Había gente rezando con fervor y por razones obvias preferí evitar sacar fotos dentro del edificio para no molestar a nadie (aunque ya me comenzaban a mirar mal de todos modos), era una iglesia muy sencilla y antigua, estrecha, de techo alto y piso de madera. Minimalista y hermosa.
Estuve un buen rato observando y antes de retirarme no me aguanté y tomé la única foto con flash que pude mientras un chico me decía que no se podía tomar fotos, no sé, creyó que era una falta de respeto. Por poco me echan pero no me importó, había estado el tiempo suficiente para impregnarme de esa belleza que sólo el tiempo sabe agravar.
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