A las 9:50 hora de Madrid, comenzaba a desvariar debido a las altas dosis consumidas durante la noche. Aunque la muerte no llegaba a la hora convenida prefirió esperarla en el sillón por si llegaba de imprevisto.
Eran las 10:00 y ya estaba impaciente.
El rumor de la ventana hacía que la locura se acentuara un grado. Nunca antes había visto una reacción así.
Decidió mirar atentamente al muro que musitaba sus desgracias mientras la puerta se burlaba de su letargo esquizofrénico con una carcajada.
¡¿Que pasa con aquella muerte?!, ¡De tanto rogarle perdió el camino!
Han pasado ya veinte días corridos, sin hablar, sin comer ni dormir. Sólo sentado allí por si llegase a aparecer de pronto la ramera de satán que tanto le juega malas pasadas. Es precisamente este nuevo sentido que la palabra "indigno" conforma en su ser lo que le hace ver aquellos espejismos, ya no provocados por la intoxicación, sino que más bien originados por el declarado estado anormal de su mente torcida.
Aburrido de esperar como un idiota, decidió ir en busca de su amante esquiva de una vez. Ató una cuerda a la pata del sillón para que éste no huyera, y dejó una cebolla en el refrigerador por si al muro le daba hambre mientras se ausentaba.
Tomó su chaqueta y fue hasta la ventana, habló con ella unos segundos para darle las instrucciones básicas de como cuidar la casa mientras estaba fuera.
Una vez terminado el trámite pisó un peldaño imaginario directo al vacío, y mientras viajaba en descenso la muerte besaba su garganta reseca...
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